Víctor Hugo es un continuo viaje, un subir y bajar de la marea. Un pintor que luce entre la sucia y complicada abstracción materica, pero que sin embargo necesita de las lagrimas que le produce la figuración y el arte de concepto. Es un creativo bi-polar que funciona como un negativo de los demás. A pesar de desenvolverse con total naturalidad en el instintivo campo de la pintura abstracta, Víctor es un animal tranquilo que se documenta y estudia cada movimiento. Es aquel silencio que medita en mitad de un monologo sin dar ni quitar razones.
Comenzamos nuestras charlas con él de forma diferente a los demás puesto que hubo alguna marcha atrás en nuestras “quedadas”. Finalmente debutó junto a Ana en aMASarte y hoy al fin hablábamos a solas.
He comenzado a preguntar sobre los procesos que los creativos creen como propios a la hora de acercarse a una obra. Los de Víctor ya los conocía, puesto que hemos sido compañeros de “mili” y la verdad que no se ha alejado definiéndose de la imagen que yo mismo hubiera esbozado… Víctor trabaja desde la experiencia, pero analizándola. Estudia todo aquello que pasa por su cabeza realizando bocetos de sus propias vivencias. Contrasta tanta información que muchas veces es capaz de tomar tres caminos a la vez, sin significar ello que ande perdido. Y es que todo ese estudio previo acaba siento la imprimación del proceso directo de creación.
No avanzamos demasiado en el proyecto, aunque si nos deja pistas de por donde a comenzado a “estudiar”. Comenta que ha visto MANHATTAN, la obra maestra de Woody Allen y el dibujo ideal de una oda de amor a la ciudad . Nos habla de Gay Debord, de los Mental Maps de Ackermann como vehículo de puesta en común de sentimientos, no de imágenes de la ciudad y deja claro otra vez su preferencia por una performance abierta que cambien en el entorno, como reflejo de una ciudad cambiante y no un ente congelado.
Le hemos puesto los deberes para la próxima sesión. Y en realidad esa es la forma de crear de Voctor Hugo. Haciendo los deberes.
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